El 14 de noviembre Francesco Tonucci visitó Torrelodones y se reunió con los niños de los colegios de la localidad y con el equipo de gobierno, que está adoptando medidas basadas en los proyectos que Tonucci ha desarrollado en Italia y en otras partes del mundo, inspirados en las propuestas de los niños para hacer las ciudades más habitables:
Por la tarde dio una magnífica conferencia bajo el título "La ciudad de los niños". Estas fueron algunas de sus reflexiones:
Para mejorar la sociedad y nuestras ciudades debemos tomar en serio a los niños, preguntarles, ya que los niños son un parámetro de calidad. Todo lo que ellos conquistan es una mejora para la sociedad.
Por la tarde dio una magnífica conferencia bajo el título "La ciudad de los niños". Estas fueron algunas de sus reflexiones:
Para mejorar la sociedad y nuestras ciudades debemos tomar en serio a los niños, preguntarles, ya que los niños son un parámetro de calidad. Todo lo que ellos conquistan es una mejora para la sociedad.
El niño necesita tener autonomía de movimiento y debemos preguntarnos si las ciudades lo permiten. Los adultos se resignan, piensan que la ciudad es peligrosa e impiden que los niños salgan solos de casa. En cambio los niños no se resignan, piden cambios y tienen fuerza para conseguir esos cambios. Los niños saben moverse solos, tomar decisiones y cuidar de si mismos, sin embargo los adultos no toleran que anden solos por la ciudad.
En este sentido contó un caso real muy ilustrativo:
Nicolai es un niño moldavo que vive en Italia. Su madre habló con su maestra para decirle que Nicolai tenía permiso para volver solo a casa desde la escuela. Al final de las clases Nicolai salió del colegio y a los pocos minutos regresó al aula acompañado de una profesora, que le dijo a la maestra que lo había encontrado andando solo por la calle. La maestra dijo al niño que esperarían a que los demás profesores se fueran para salir. De nuevo Nicolai salió de la escuela y de nuevo a los pocos minutos regresó acompañado de una madre, que le dijo a la maestra que Nicolai iba solo por la calle. La maestra dijo a Nicolai que entonces esperarían a que los padres se marcharan. Así lo hicieron. Cuando la maestra estaba en su coche a punto de irse vio a Nicolai regresar una vez más, desesperado, esta vez acompañado de un policía. La maestra explicó al policía que el niño tenía permiso para volver solo a casa. El policía respondió "Ya comprendo... ¡lo acompañaré yo!".
Los niños deben tener autonomía enmarcada dentro de unas reglas. En el documental "Sur le chemin de l´école" (Pascal Plisson, 2012) un padre habla con sus hijos en una aldea africana y les explica que en el camino de varios kilómetros que recorren cada día para ir a la escuela, no deben pasar por donde están los elefantes. Estos niños tienen autonomía para moverse, pero no de cualquier manera: deben evitar a los elefantes. En Italia y España los niños carecen de autonomía y los datos revelan que en otros países como Alemania y Finlandia los niños, a partir de la educación primaria, gozan de una autonomía mucho mayor para moverse de casa a la escuela:
- en Italia el 7% de los niños de primaria va solo a la escuela
- en Alemania el 70%
- en Finlandia el 100%
La autonomía se construye desde el nacimiento. En este proceso de adquisición de la autonomía el juego libre supone los cimientos del desarrollo del niño y las ciudades deben permitir esa experiencia. Actualmente los niños no pueden experimentar el riesgo, la libertad, la sorpresa, la aventura, la satisfacción de superar los obstáculos. Los adultos pensamos que el riesgo es para el niño una actitud temeraria pero para el niño el riesgo es una actitud hedonista... Es un estímulo para ellos y si se reprime constantemente puede estallar en la adolescencia: no es posible que el niño vaya siempre de la mano y de repente a ese niño ya adolescente le compremos una moto.
Los niños sufren si no pueden moverse con libertad. Como ejemplo tenemos la obesidad infantil, un problema de salud que preocupa mucho en la actualidad. No es suficiente que los niños hagan deporte por las tardes en las escuelas deportivas, ya que siguen siendo escuelas y las tardes no deberían ser también para la escuela sino para los niños. Los niños necesitan descargar energías libremente. Las ciudades también sufren si los niños no salen de casa. Si hay niños en la calle los adultos somos mejores, más responsables y atentos, cuidamos de los niños en la distancia, ellos nos obligan a ser mejores ciudadanos.
Los niños dicen: "los adultos no reconocen nuestras capacidades". Hay un conflicto entre niños y adultos, los niños quieren más libertad, los padres quieren más control. Si nos ponemos de parte de los padres estamos en contra de los niños, en cambio si estamos con los niños no estamos en contra de los padres, ya que favoreciendo la autonomía de sus hijos también ellos pueden ser más libres.
No se trata de anarquía ni de abandono sino de una propuesta educativa y de una acto de amor: "te valoro, confío en ti y me gustará esperar a que vuelvas para que me cuentes lo que ha ocurrido. Acepto conocer tu mundo como tú quieras contármelo". Si los niños no tienen experiencias en libertad no tienen nada que contar y por eso las escuelas se ven obligadas a usar libros de texto, porque sus programas no pueden partir de las propias vivencias e intereses de los niños.
La escuela debe ofrecerse a todos, a cada talento, estar llena de lugares significativos, de talleres que ofrezcan un amplio abanico de posibilidades a cada niño. Después de la educación infantil se reducen los lenguajes y muchos niños fracasan, dejan de estar interesados. Hasta que terminan la jornada escolar no empiezan a vivir.
No es posible que la escuela y las leyes educativas se modifiquen en función del mercado. Cada niño debe ser el mejor en lo suyo, encontrar su propio camino y no el que marcan los mercados. Sería interesante superar las típicas barreras de la escuela (aulas, división por edades...) y sustituirse por talleres, espacios de encuentro... Los niños no tienen la oportunidad de encontrarse más que en presencia de adultos, se les impiden las experiencias necesarias para crecer entre ellos, tocarse, luchar, solucionar conflictos... El conflicto tiene un gran valor educativo pero en general los niños no pueden vivir el riesgo en la medida en que lo van necesitando y en la adolescencia se pueden producir situaciones dramáticas debido a estas carencias (acoso escolar, accidentes, conductas peligrosas...).
Las tecnologías en la escuela se deben aprovechar pero jamás podrán sustituir a las experiencias reales. En la infancia es fundamental que el niño toque, juegue, experimente... Por ejemplo, podrá encontrar información en Internet sobre los cocodrilos pero será un encuentro virtual, visual y cognitivo. Si por ejemplo encuentra una lagartija en sus juegos en la calle, la experiencia, el aprendizaje va a ser mucho mayor y cargado de significado para el niño. Los cimientos de la educación no son virtuales, las bases no se construyen si hay más pizarras digitales en la escuela, sino formando buenos maestros.
La escuela podría dar un paso atrás y no mandar tareas escolares para casa. Los niños que cumplen bien con estas tareas son los que no lo necesitan porque tienen en casa un ambiente adecuado y unos padres que pueden ayudarles. Los deberes deberían hacerse en la escuela supervisados por el maestro y no invadir el tiempo de los niños. Se les puede sugerir que hagan algo por la tarde, si quieren, al estilo del texto libre de Freinet, algo con significado para el niño que a su vez se convierta en el material y contenido de la escuela. Y los padres podrían dar un paso atrás y ahorrar tiempo y dinero en juguetes y actividades extra escolares para los niños. El tiempo de la tarde no es de la escuela.
Las horas que un niño pasa en la escuela son muchas si lo comparamos con lo que de verdad aprende y le es útil. Cuando yo estudiaba geografía existían la Unión Soviética y Yugoslavia. Actualmente ninguno de los dos países existe. ¿De qué me sirvieron todos aquellos datos? Más me habría valido que en aquella asignatura me enseñaran a planificar un viaje...
Tonucci terminó llamando la atención sobre dos artículos que aparecen en la Convención Internacional sobre los derechos del niño y que casi nadie conoce a pesar de que se trata de derechos que los niños deben disfrutar:
Artículo 28: El niño tiene derecho a la educación. La escuela debe ser obligatoria y gratuita para todos.
Artículo 31: El niño tiene derecho al juego, al descanso, a la diversión y a dedicarse a las actividades que le gusten más.
(Versión redactada para los niños, que aparece en el libro Cuando los niños dicen ¡Basta! de Francesco Tonucci, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 2003).
Los niños deben tener autonomía enmarcada dentro de unas reglas. En el documental "Sur le chemin de l´école" (Pascal Plisson, 2012) un padre habla con sus hijos en una aldea africana y les explica que en el camino de varios kilómetros que recorren cada día para ir a la escuela, no deben pasar por donde están los elefantes. Estos niños tienen autonomía para moverse, pero no de cualquier manera: deben evitar a los elefantes. En Italia y España los niños carecen de autonomía y los datos revelan que en otros países como Alemania y Finlandia los niños, a partir de la educación primaria, gozan de una autonomía mucho mayor para moverse de casa a la escuela:
- en Italia el 7% de los niños de primaria va solo a la escuela
- en Alemania el 70%
- en Finlandia el 100%
Si el niño no sale solo de casa no puede jugar. Jugar no consiste en tener muchos juguetes o ir cada día al mismo parque, siempre acompañado de sus padres. Los niños necesitan menos juguetes y más tiempo libre. El juego es invento y los niños buscan el espacio adecuado para desarrollar ese juego, un espacio que debe ir ampliándose a medida que crecen.
La autonomía se construye desde el nacimiento. En este proceso de adquisición de la autonomía el juego libre supone los cimientos del desarrollo del niño y las ciudades deben permitir esa experiencia. Actualmente los niños no pueden experimentar el riesgo, la libertad, la sorpresa, la aventura, la satisfacción de superar los obstáculos. Los adultos pensamos que el riesgo es para el niño una actitud temeraria pero para el niño el riesgo es una actitud hedonista... Es un estímulo para ellos y si se reprime constantemente puede estallar en la adolescencia: no es posible que el niño vaya siempre de la mano y de repente a ese niño ya adolescente le compremos una moto.
Los niños sufren si no pueden moverse con libertad. Como ejemplo tenemos la obesidad infantil, un problema de salud que preocupa mucho en la actualidad. No es suficiente que los niños hagan deporte por las tardes en las escuelas deportivas, ya que siguen siendo escuelas y las tardes no deberían ser también para la escuela sino para los niños. Los niños necesitan descargar energías libremente. Las ciudades también sufren si los niños no salen de casa. Si hay niños en la calle los adultos somos mejores, más responsables y atentos, cuidamos de los niños en la distancia, ellos nos obligan a ser mejores ciudadanos.
Los niños dicen: "los adultos no reconocen nuestras capacidades". Hay un conflicto entre niños y adultos, los niños quieren más libertad, los padres quieren más control. Si nos ponemos de parte de los padres estamos en contra de los niños, en cambio si estamos con los niños no estamos en contra de los padres, ya que favoreciendo la autonomía de sus hijos también ellos pueden ser más libres.
No se trata de anarquía ni de abandono sino de una propuesta educativa y de una acto de amor: "te valoro, confío en ti y me gustará esperar a que vuelvas para que me cuentes lo que ha ocurrido. Acepto conocer tu mundo como tú quieras contármelo". Si los niños no tienen experiencias en libertad no tienen nada que contar y por eso las escuelas se ven obligadas a usar libros de texto, porque sus programas no pueden partir de las propias vivencias e intereses de los niños.
En el proyecto "A la escuela vamos solos" las poblaciones implicadas cuentan con recursos para que los niños gocen de autonomía con seguridad. Por ejemplo, los comerciantes que participan en el proyecto ponen un distintivo en su comercio que permite que los niños lo identifiquen como un "comercio amigo" al que pueden entrar si necesitan algo. También hay voluntarios que puntualmente pueden ayudar a los niños en lugares más complicados de la ciudad. En este proyecto hay varias partes implicadas: la administración, la escuela- que lo asume como una propuesta didáctica- los padres y los pediatras. Los niños hacen sus propuestas en el Consejo de niños, propuestas que recogen los alcaldes y de las que se comprometen a llevar a cabo las que puedan, y explican los motivos por los que no se pueden desarrollar algunas de ellas.
Uno de los impedimentos para llevar a cabo este tipo de iniciativas es el miedo. Tenemos miedo de que a nuestros hijos les pase algo si están solos. Se trata de un miedo colectivo, una especie de "derecho al miedo", vemos algo en la televisión y el miedo nos invade, lo cual es muy comprensible y natural pero se trata de miedos infundados, ya que en el 70% de los casos la violencia contra los niños ocurre dentro de la familia, no fuera. Educamos a nuestros hijos en el miedo y la desconfianza hacia los demás y de paso en la desconfianza hacia si mismos ya que no les permitimos actuar de forma autónoma. Pensamos que si les atemorizamos no van a correr peligro, cuando el miedo es la mayor debilidad. En una de las ciudades italianas donde se ha llevado a cabo el proyecto durante 10 años, los niños que iban solos al colegio no tuvieron ningún accidente. Entre los niños que se movieron en coche se registraron 9 accidentes, afortunadamente no muchos y sin importancia. Los niños saben cuidarse cuando están solos. En los accidentes que involucran a niños se trata de niños acompañados por adultos.
LA ESCUELA
La escuela debe ofrecerse a todos, a cada talento, estar llena de lugares significativos, de talleres que ofrezcan un amplio abanico de posibilidades a cada niño. Después de la educación infantil se reducen los lenguajes y muchos niños fracasan, dejan de estar interesados. Hasta que terminan la jornada escolar no empiezan a vivir.
No es posible que la escuela y las leyes educativas se modifiquen en función del mercado. Cada niño debe ser el mejor en lo suyo, encontrar su propio camino y no el que marcan los mercados. Sería interesante superar las típicas barreras de la escuela (aulas, división por edades...) y sustituirse por talleres, espacios de encuentro... Los niños no tienen la oportunidad de encontrarse más que en presencia de adultos, se les impiden las experiencias necesarias para crecer entre ellos, tocarse, luchar, solucionar conflictos... El conflicto tiene un gran valor educativo pero en general los niños no pueden vivir el riesgo en la medida en que lo van necesitando y en la adolescencia se pueden producir situaciones dramáticas debido a estas carencias (acoso escolar, accidentes, conductas peligrosas...).
La escuela podría dar un paso atrás y no mandar tareas escolares para casa. Los niños que cumplen bien con estas tareas son los que no lo necesitan porque tienen en casa un ambiente adecuado y unos padres que pueden ayudarles. Los deberes deberían hacerse en la escuela supervisados por el maestro y no invadir el tiempo de los niños. Se les puede sugerir que hagan algo por la tarde, si quieren, al estilo del texto libre de Freinet, algo con significado para el niño que a su vez se convierta en el material y contenido de la escuela. Y los padres podrían dar un paso atrás y ahorrar tiempo y dinero en juguetes y actividades extra escolares para los niños. El tiempo de la tarde no es de la escuela.
C. Freinet |
Tonucci terminó llamando la atención sobre dos artículos que aparecen en la Convención Internacional sobre los derechos del niño y que casi nadie conoce a pesar de que se trata de derechos que los niños deben disfrutar:
Artículo 28: El niño tiene derecho a la educación. La escuela debe ser obligatoria y gratuita para todos.
Artículo 31: El niño tiene derecho al juego, al descanso, a la diversión y a dedicarse a las actividades que le gusten más.
(Versión redactada para los niños, que aparece en el libro Cuando los niños dicen ¡Basta! de Francesco Tonucci, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 2003).
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