“La
práctica psicomotriz educativa y preventiva es una práctica que acompaña las
actividades lúdicas del niño. Está concebida como un itinerario de maduración
que favorece el paso del placer de
actuar al placer de pensar y permite al niño asegurarse frente a las
angustias”
Bernard Aucouturier- ¿Qué es la psicomotricidad educativa
- ¿Qué capacidades desarrolla y cómo?
- ¿Cuál es la función del psicomotricista?
- ¿Cómo se desarrolla una sesión?
¿Qué es la psicomotricidad educativa?
Es una práctica que a través del movimiento y el juego libre de los niños, contribuye al desarrollo autónomo de sus
capacidades y a la afirmación del niño como sujeto.
Aunque en este artículo aparezcan tratadas por separado, las capacidades motoras, afectivas, sociales y cognitivas evolucionan paralelamente desde la "libertad de acción del niño en condiciones de seguridad material y afectiva" (Aucouturier):
v Motoras, porque es una práctica que
se basa en el movimiento libre y espontáneo. El movimiento es de vital importancia para el desarrollo del niño: a través del cuerpo y del movimiento se conoce a si mismo, se desplaza
para conocer el entorno y los objetos, se relaciona con los demás, se expresa y
comunica. Cuanto más autónomo y libre sea el desarrollo de su motricidad (Pikler), mayor
equilibrio y naturalidad alcanzará en sus posturas y movimientos porque no serán
forzados y prematuros. Los niños experimentan así el deseo y la necesidad de
moverse y de actuar. El sentirse autónomos les da una gran confianza y
seguridad en sus capacidades porque experimentan todo lo que pueden hacer
por si mismos, y sienten una mayor motivación y curiosidad porque los objetivos
que persiguen son propios y no impuestos. Curiosidad que, como menciona Aucouturier, se transformará en curiosidad intelectual cuando llegue el momento en el que el niño piense la acción si actuar (a los 6 ó 7 años). Cuando el niño está actuando, está pensando. No tiene por tanto sentido apresurar al niño hacia los aprendizajes cognitivos.
v Afectivas, porque a través del cuerpo y del movimiento libre el niño se expresa: alegría, placer,
miedo, ira, tristeza, preocupación... En las sesiones de psicomotricidad no hay
emociones permitidas y emociones reprimidas. En la sala los niños lloran,
gritan, ríen a carcajadas…: se están expresando porque el movimiento les
provoca emociones y la expresión de las emociones es de gran importancia para el bienestar.
Si los niños se pueden expresar de forma espontánea a través del movimiento, también serán capaces de expresar más adelante sus emociones de forma verbal. En general ¿cuánto nos cuesta expresar nuestras emociones a los adultos? En muchas ocasiones nos encontramos bloqueados emocionalmente, por lo que es fundamental que se pueda desarrollar de forma plena esta forma de comunicación y expresión, en un espacio en el que se establecen relaciones de forma espontánea, sin condicionamientos por parte el adulto y desde el respeto al otro, antes de llegar a lo verbal.
v Sociales, porque se trata de una
actividad que se realiza en grupo y porque a través del movimiento nos acercamos
a los demás (o no...). En la sala de psicomotricidad se establecen relaciones
sociales de forma espontánea y, como hemos visto anteriormente, sin condicionamientos externos por parte del
adulto. Los niños se relacionan con quien quieren y como quieren, siempre desde
el respeto. Hay una norma que se recuerda la principio de cada sesión: para poder jugar no podemos hacer daño, ni a nosotros ni a los demás.
En las sesiones surgen conflictos
entre los niños (por el espacio, por los objetos, por la atención de otro niño
o del adulto…). Los conflictos tampoco se evitan. El psicomotricista no
interviene inmediatamente porque muchas veces, si les damos tiempo, los niños son
capaces de resolver por si mismos esos conflictos y aprender de esa
experiencia, con lo cual se favorece su autonomía en la
resolución de conflictos, sin necesidad de intervenciones ni juicios por parte
del adulto.
v Intelectuales, porque si se han
vivido plenamente las fases anteriores, se está más preparado para las
siguientes. Si los niños pueden desarrollarse plenamente en un plano sensorial,
la adquisición de nuevas capacidades (las capacidades intelectuales y
cognitivas) se realizará con más éxito y disfrute.
Como dice Bernard Aucouturier, “La
práctica psicomotriz educativa y preventiva es una práctica que acompaña las
actividades lúdicas del niño. Está concebida como un itinerario de maduración
que favorece el paso del placer de
actuar al placer de pensar y permite al niño asegurarse frente a las
angustias”. ¿Por qué preventiva? Porque podremos evitar posibles dificultades
en el desarrollo o, si aparecen, se podrán afrontar con mayor éxito.
¿Cuál es la función
del psicomotricista?
Es la figura de confianza y seguridad en la sala. El psicomotricista
tiene una formación teórica, práctica y personal que le permite acompañar y
observar activamente el juego de los niños.
La formación personal tiene como principal objetivo que el
psicomotricista vivencie y experimente en si mismo, a través de diversas
dinámicas, todo aquello que un niño puede experimentar a lo largo de sus
primeros años, todo aquello que cualquier adulto ha experimentado en su
infancia pero que en muchos casos hemos olvidado y ya no nos planteamos: los vínculos con las figuras de apego, el
juego, el placer del movimiento, la frustración, el miedo, la alegría y la
tristeza, los límites, el deseo, la agresividad… Para trabajar con los niños
hay que conocerlos y conocerse lo mejor posible con el
objetivo de evitar juicios y proyecciones y favorecer una búsqueda personal de
cada niño.
El psicomotricista establece con los niños un vínculo
afectivo basado en el respeto y la confianza hacia la capacidad que tienen para
decidir y actuar. Sus intervenciones son mínimas para favorecer la autonomía y
respetar el tiempo y el espacio que cada niño necesita: interviene cuando hay
que asegurar el espacio, para hacer evolucionar alguna situación o para
recordar las normas que se establecen para poder jugar libremente. Está
disponible para los niños pero no se anticipa a sus deseos ni actúa en el lugar
de los niños. De esta forma surge en los niños el deseo de actuar y tienen la
oportunidad de saber qué quieren.
Llegamos a un concepto clave en la psicomotricidad educativa:
el deseo. Es importante saber lo que uno quiere en la vida, cuáles son nuestros
deseos para tratar en la medida de lo posible de satisfacerlos. No siempre
vamos a poder hacer lo que deseamos, pero es importante saber cómo queremos
vivir nuestra vida. Estas actitudes ¿cuándo se deben favorecer?: desde el
principio de la vida.
El psicomotricista acompaña y observa activamente el juego
de los niños. Las observaciones que el psicomotricista hace en la sala de
psicomotricidad se basan en los organizadores y parámetros del desarrollo
psicomotor: la confianza y seguridad, la exploración del espacio y de los
objetos, el equilibrio, la expresión creadora, el tiempo, cómo se relacionan
con los demás, cómo es el gesto, la mirada, el lenguaje, la expresión y el tono
corporal…
El juego libre de los niños revela mucha información
acerca de cómo están. El psicomotricista recoge esa información y puede valorar
la necesidad de una intervención reeducativa o terapéutica, dar pautas a los
padres y educadores etc.
¿Cómo se desarrolla
una sesión?
Cuando
entramos en la sala de psicomotricidad, nos quitamos los zapatos y nos sentamos
en el suelo formando un corro. Es el momento de saludarnos, decir nuestros
nombres y recordar las normas: estamos aprendiendo a no hacernos daño ni hacer
daño a los demás.
Después
del saludo, llega el momento de jugar. Los niños empiezan a ocupar el espacio
de juego (¡o no!... depende de cada uno, del momento en el que esté o de las
circunstancias que esté atravesando). El psicomotricista se sitúa en un lugar
desde donde pueda observar a todos y estar disponible. El juego y el movimiento
de los niños durante estas sesiones son totalmente libres y espontáneos. Con
esta no intervención se favorece la autonomía, la iniciativa, la toma de
decisiones, la confianza y seguridad y sobre todo, que surja en los niños el
deseo, es decir, lo que el niño quiere hacer, lo que le interesa, le motiva, le
mueve a actuar y a permanecer en lo que le gusta. El concepto de permanencia es
también muy importante: cuando algo nos motiva, le dedicamos nuestro tiempo y
esa tarea nos alimenta y nos hace sentir muy bien con nosotros mismos. A los
niños cuando pueden decidir, les sucede lo mismo: están disfrutando, se sienten
capaces y hay una permanencia en lo que hacen porque les motiva e interesa, con
lo cual se está favoreciendo la perseverancia, la dedicación y el esfuerzo por
alcanzar un objetivo propio.
Los
niños incorporan estas vivencias y actitudes, que tienen un inmenso valor para
su desarrollo y que están en la base de una personalidad saludable: la
responsabilidad, la perseverancia, la capacidad de decisión, la capacidad de
disfrutar, la capacidad de poner límites y de respetar los que ponen los
demás...
Al
final de la sesión, en la rueda final, los niños cuentan lo que han hecho y pintan. Es el momento de parar la acción. El dibujo es
libre. La expresión creadora es también un medio a través del cual se expresan
y comunican y proporciona información acerca de cómo está el niño.
Los
tipos de juego que desarrollan los niños en la sala de psicomotricidad son el
juego sensorio-motor (correr, saltar, subir, bajar, lanzar, empujar,
arrastrarse…) en el que encuentran mucho placer y que es un juego fundamental
para el desarrollo armónico del niño; el juego simbólico con el que recrean
situaciones de su vida cotidiana que en ocasiones son conflictivas para ellos. Estos
dos tipos de juego dan paso al juego cognitivo y al pensamiento abstracto.
A
modo de resumen, cuando los niños hacen juego libre no sólo disfrutan mucho,
sino que además están desarrollando de forma autónoma sus capacidades motoras,
sociales, afectivas e intelectuales, de manera que les puedan ser útiles para
afrontar sus dificultades. A través del juego espontáneo, de las decisiones que
toman por propia iniciativa atendiendo a sus deseos e intereses, y en un
espacio de respeto hacia si mismo y hacia los demás, los niños aprenden a
conocerse, a relacionarse y a abrirse al mundo.
Esta forma de estar con los niños, desde el respeto hacia
su capacidad de elección y de acción, debería, en la medida de lo posible, poder estar presente en cada
momento del día a día. La relación niño-adulto y entre los propios niños se vería
muy beneficiada.
Almudena
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